No conozco suficientemente al P. Antonio Pavía, pero sí conozco sobradamente sus obras, sus libros, sobre todo estos tres que le publica la Asociación Bendita María, y, por aquello de «por sus frutos los conoceréis» (Mt 7,16 y 20), debo decir que sí lo conozco, pues no solo he podido comprender sus escritos, sino sobre todo saborearlos, probar ese fruto propio de la experiencia cristiana de un hombre maduro en el curso de sus años (ya pasa de los sesenta) y, principalmente, en la fe. Si los frutos son buenos, quiere decir que el árbol es una especie frutal de buena calidad: «Todo árbol sano da frutos buenos» (Mt 7,17).
Respecto a la tibieza espiritual y arcadas de Dios con los que llevan (llevamos) una doble vida (tal como denuncia San Juan en Ap 3,15-16), Antonio Pavía, ya en las primeras páginas de este libro, denuncia la ceguera y la sordera de Israel, su desconfianza en Dios, que es también nuestra ceguera, nuestra sordera, nuestra desconfianza.
Pero al final de todo, Jesús se deja encontrar por un Pedro dubitante, quien, a partir de entonces, lo querrá convertir en quicio de su propia vida; y como Pedro, todos los demás apóstoles; y como todos los apóstoles, todos nosotros; aunque no faltarán nuevas olas que volverán a embestir la barca de Pedro a lo largo de la historia y querrán «desquiciarnos» de Cristo, sacarnos, desencajarnos, del quicio de Cristo, que esa es la misión del demonio, del mundo y de la carne. Pero ya tendremos la experiencia de los discípulos, que, otra vez amainado el temporal, «se postraron ante él diciendo: “Realmente eres Hijo de Dios”» (Mt 14,33).
Libros como los de Antonio Pavía nos dan ánimos y recursos para permanecer «arraigados y edificados en él, afianzados en la fe» (Col 2,7)
 
Estado: Bueno. Tapa blanda con solapa
 
Editorial: Libros buena nueva - 2012
 
Paginas: 188
 
Medidas: 22 x 16
 
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